2024: Las señales de los tiemposEl Nuevo Día Rubén Berríos Martínez Presidente Partido Independentista Puertorriqueño “Bienaventurados vuestros ojos porque ven”
A ningún observador
imparcial debe sorprender que en las pasadas elecciones y con más del 90% de los votos reportados, la candidata Partido Nuevo Progresista (PNP) a la gobernación, Jenniffer González haya sido electa con cerca del 40% de los votos. Favorita en todas las encuestas y postulada por el partido gobernante, invirtió en la elección, junto a sus aliados, más de 20 millones de dólares; por lo menos diez veces más que cualquier
otro candidato. Más aún, en un país donde más de la mitad de la población depende directamente de asistencia pública de fondos federales, basó su campaña en el miedo de perder dichos fondos y en el cuco del comunismo y las dictaduras. Tampoco debe extrañar la elección del candidato a comisionado residente del Partido Popular Democrático (PPD), colectividad política en el poder en 28 de los últimos 60 años y que,
además, controlaba desde el 2020 Cámara y Senado y más de la mitad de los municipios. No debe sorprender pues, que Pablo José Hernández, un joven ecuánime, pero más pertinente para su elección, inmovilista respecto al estatus, defensor de la unión permanente, bien financiado y nieto de Rafael Hernández Colón, prevaleciera frente a un candidato debilitado por el resultado primarista y lastrado por la tara de Pedro Pierluisi y Ricardo Rosselló. Lo que sí es sorprendente y constituye una proeza histórica es que Juan Dalmau, prominente independentista, líder del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y candidato a la gobernación por la Alianza -respaldado por Ana Irma Rivera Lassén, Coordinadora General del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) y candidata a comisionada residente- haya obtenido un 33% de los votos, desplazando por 10% al candidato del PPD, organización esencial del
bipartidismo, que por más de medio siglo, dominó nuestra política. Y lo que sorprende más aún, es que en la papeleta plebiscitaria la independencia, por siglos reprimida, sin campaña a su favor y con mucha en contra, haya obtenido el 31% de los votos y la soberanía en libre asociación, el 12%. Todo esto contrasta con los votos por la estadidad que obtuvo el 47% si se cuentan los emitidos en blanco propulsados por el
liderato del PPD y la Alianza. Pero, en cualquier caso y de lo cual no cabe duda es que la votación sobre el estatus confirma que la gran mayoría de los puertorriqueños, independientemente de cómo se dividen sus preferencias entre las alternativas de independencia, libre asociación y estadidad, queremos ponerle fin a la condición territorial. Ese gran común denominador es el fundamento del proyecto descolonizador que
la Alianza ha propuesto. Con respecto al estatus, se manifestó contundentemente la fuerza natural y profunda de la nacionalidad, de la identidad nacional puertorriqueña; esa fuerza histórica e instintiva que tanto en Puerto Rico como en el mundo entero une a los que ya no están con los que aún estamos y los que todavía no han nacido. Los grandes poetas van mucho más allá para explicar o intuir lo que parecía
imposible; en palabras de Juan Ramón Jiménez: “Las cosas están echadas, más de pronto se levantan y en procesión alumbrada, se entran cantando en mi alma”. Esa realidad, demás está decir, la comprende a plenitud el gobierno de los Estados Unidos, un país profundamente nacionalista; y ni hablar del presidente electo Donald Trump. Los Estados Unidos ni son ni aspiran ser un estado multinacional; es un estado
unitario -e pluribus unum (de muchos, uno)-. Esa nación, como es natural, actúa siempre acorde con su naturaleza y sus propios intereses; y “ningún jíbaro (o hillbilly) se echa un guabá (una araña pelúa) al pecho”. Pero más allá de lo anterior, para comprender en toda su dimensión el significado hacia el futuro de las pasadas elecciones es necesario considerar las realidades demográficas y geográficas
que quedaron confirmadas por los resultados electorales. En las zonas metropolitanas Juan superó a la candidata PNP en San Juan, Carolina, Trujillo Alto, Dorado, Toa Alta, Caguas, Guaynabo urbano y Mayagüez. En Bayamón y Ponce es muy escasa la diferencia numérica entre ambos y en tres de los cinco distritos representativos de San Juan todavía los candidatos de la Alianza, impulsados por la campaña y el liderato de
Manuel Natal, se disputan la primacía. Más aún, Juan resultó triunfante en varios pueblos como Aibonito, Gurabo, Cayey, Cidra, Hormigueros y Cabo Rojo. Igual de significativo es que entre la juventud, según reflejó La Encuesta de El Nuevo Día del domingo previo a las elecciones, Juan superó a Jenniffer 57% a 18% entre las edades de 18 y 34 años. Además, Juan la aventajó ampliamente en las escuelas superiores donde se celebraron simulacros electorales. En síntesis, Juan Dalmau
venció a Jenniffer González en el voto urbano y joven. Ante esas realidades, comprobadas por las elecciones del 2024, ¿qué futura estrategia de cara al 2028 desarrollarán el PIP, el MVC y la Alianza? Hay tiempo suficiente para llegar a esas determinaciones; “Se hace camino al andar”. De lo que no cabe la menor duda es que la ruta al
futuro se va despejando. Los planetas se están alineando y las grandes corrientes históricas son ineludibles como las mareas y las corrientes submarinas. Solo es cuestión de tiempo y circunstancia. Ya lo sentenció Bolívar: “Dios concede la victoria a la constancia”. Sin olvidar jamás como nos instruyó Martí que, “Mientras todo no esté hecho, nadie tiene derecho a descansar”. https://www.elnuevodia.com/opinion/punto-de-vista/2024-las-senales-de-los-tiempos/ |
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