El pasado 16 de noviembre, a propósito de la convergencia anticolonialista que ya cobró vida electoral, tuve el privilegio de presentar (por invitación suya)
el nuevo libro que acaba de publicar el licenciado Rubén Berríos Martínez.
Titulado “La hora de la libertad” (Santo Domingo: Editorial Patria, 2023), la más reciente publicación de Rubén traza con tino y precisión lo que ha sido el complejo escenario geopolítico en que se ha desenvuelto nuestra lucha por la descolonización desde la invasión de 1898 hasta nuestros días.
A través de las páginas de este su más reciente libro, Rubén ofrenda a nuestros jóvenes (con el beneficio de la sabiduría de quien ha logrado perseverar con tenacidad y constancia) no solo la bitácora histórica de los que han sido los desafíos (que desde tiempos de Betances para acá) han enfrentado las fuerzas descolonizadoras puertorriqueñas, sino además las coordenadas de cómo salir del desierto y acceder a la descolonización.
Si algo demuestra, sin ambages, el nuevo libro de Rubén es que jamás hubo tiempo más propicio para la conquista de nuestra descolonización.
Nydia
Velázquez: “Los republicanos han relegado a Puerto Rico al olvido”
Las ramas políticas en Washington, de la mano del Tribunal Supremo federal, se han encargado de descorrer el velo colonial, escribe Rafael Cox Alomar. (ELNUEVODIA.COM)
En su dimensión internacional, la lucha por nuestra descolonización está en sintonía con los
reclamos de autodeterminación y anticolonialismo que hoy se escuchan en Escocia, Cataluña, Punyab, Taiwán, Groenlandia, Tíbet, Cachemira, Ucrania, Irlanda del Norte, Hong Kong, Palestina, el Nagorno Karabaj (enclave armenio en Azerbaiyán), archipiélago de Chagos, las Faroe, y el Sahara Occidental (por solo mencionar algunos).
Mientras tanto, las ramas políticas en Washington, de la mano del Tribunal Supremo federal, se han encargado de descorrer el
velo colonial.
Atrás han quedado los días del Camelot urdido por las administraciones de Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson a los efectos de que Puerto Rico bajo el Estado Libre Asociado había accedido a una nueva dimensión del federalismo norteamericano, sobre la base de un pacto bilateral no susceptible a la revisión o anulación unilateral del Congreso.
La puesta en vigor de PROMESA, la presencia de la
omnímoda Junta de Control Fiscal, que a troche y a moche hace lo que quiere sin ninguna limitación, junto al peso asfixiante de las más recientes decisiones del Tribunal Supremo federal sobre Puerto Rico y el ilimitado poder del Congreso bajo la Cláusula Territorial, han dejado al descubierto nuestra indefensión colonial. Y contra tal indignidad (que lejos de levantar nuestra economía la ha condenado a ciclos perpetuos de pobreza y dependencia) hay que luchar.
Ahí el gran consenso que a nivel local se ido cuajando entre estadistas, libre asociacionistas e independentistas al palio de las únicas fórmulas no coloniales y no territoriales disponibles tanto bajo el derecho internacional como bajo el derecho constitucional norteamericano.
Pero como el colonialismo, más allá de ser un proyecto político y económico, es también un fenómeno
psicológico (como apunta Ashis Nandy en “The Intimate Enemy” (Dheli: Oxford, 1983)), han surgido algunas voces aisladas que en su defensa de lo indefendible se aferran a la “chatarra ideológica” (tomando prestado el título de una columna de Pedro García Cuartango en el ABC español).
¿Y qué postula la chatarra ideológica?
Que no hay nada malo con ser una colonia.
Que
únicamente desde la colonia se le puede ofrecer gobierno inteligente y enérgico a Puerto Rico porque la eliminación de la autonomía fiscal que de ella emana provocaría el caos.
Que nos hundiríamos en las cavernosas profundidades del océano Atlántico si dejáramos de ser colonia.
Tamaño disparate.
Ahí la chatarra ideológica, que no es más que una ensarta de pseudo
teorías antihistóricas que no se corresponden con la realidad que vive el país y el puertorriqueño de a pie.
Defender la colonia en tiempos de PROMESA constituye la esencia misma de la chatarra ideológica que la mayoría de este pueblo, a través del gran frente anticolonialista que ahora cobra vida electoral, se apresta a enterrar.
Y no pocos se preguntarán: ¿y por qué tomó tanto tiempo la conformación de esta
alianza anticolonialista?
Porque, como Rubén advierte en su nuevo libro, “con los pueblos el tiempo toma más tiempo”.