PUNTO DE VISTA
Por Rubén Berríos Martínez
domingo, 15 de mayo de 2022
¿Qué hacer ante los nuevos tiempos?
Síntesis del discurso pronunciado por Rubén Berríos Martínez en el homenaje que recibió en el Festival de Claridad, celebrado recientemente en San Juan.
Puerto Rico, una nación latinoamericana y caribeña, es la última gran colonia, dominada por el país más poderoso del mundo. Somos un velero cuyo destino es el puerto de la libertad. Llegar depende de los tripulantes; pero también de los vientos, las tempestades y las corrientes que se enfrentan en la travesía.
La clave la señaló Bolívar: “Dios concede la victoria a la constancia”. Pero depende, además, de que llegue el momento oportuno.
Hay que impulsar un mecanismo que permita a los que todavía no son independentistas pero respaldan la descolonización, apoyar a un gobernador de intachable historial independentista para confrontar a los Estados Unidos con su obligación, escribe Rubén Berríos Martínez
Hay que impulsar un mecanismo que permita a los que todavía no son independentistas pero respaldan la descolonización, apoyar a un gobernador de intachable historial independentista para confrontar a los Estados Unidos con su obligación, escribe Rubén Berríos Martínez.
El independentismo ha sido constante. Ha faltado el momento oportuno.
Con los pueblos el tiempo toma más tiempo.
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En 1898 Estados Unidos nos invadió para adelantar sus intereses imperiales, geopolíticos y militares. Nos convirtió en el Gibraltar del Caribe.
En 1914 el Partido Unión, entonces mayoritario, proclamó la independencia como aspiración suprema. Pero durante la Primera Guerra, Estados Unidos reafirmó su dominio imponiéndonos en 1917 su ciudadanía sobre la oposición de la Cámara de Delegados.
Don José de Diego respondió: “Dentro del régimen, contra el régimen”. Había voluntad. El momento no era el oportuno.
En la década del 30, cuando el pueblo clamaba por la independencia, surge don Pedro Albizu Campos promoviendo la Constituyente y la acción directa.
Ante el auge independentista y una Alemania amenazante, Estados Unidos incrementó la dependencia y desató la represión, culminando con un juicio amañado y 10 años de cárcel contra don Pedro y la Masacre de Ponce.
Nuevamente un independentismo perseverante, pero en el horizonte la Segunda Guerra; no era el momento oportuno.
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En 1938 se fundó el PPD con “la independencia a la vuelta de la esquina”. Pero en 1945 comenzó la Guerra Fría; y Estados Unidos, en colaboración con el liderato PPD, instauró la colonia por consentimiento.
En 1946 se fundó el Partido Independentista, presidido por don Gilberto Concepción de Gracia, que optó por el método civil y electoral; los Nacionalistas por la Revolución del 1950.
La Ley Mordaza del 1948, el “carpeteo”, el encarcelamiento de don Pedro, el bombardeo de Jayuya enmarcaron una prolongada época de terror y persecución contra nacionalistas e independentistas.
Mientras, comenzó la época de la “adoración del becerro de oro”; a raíz del “boom” de la posguerra y una emigración masiva, pasamos de una sociedad agrícola a la industrialización.
La campaña antiindependentista y pro-unión permanente multiplicó el asimilismo. Desde 1968 ha gobernado el bipartidismo convirtiéndose en maquinarias de administración presupuestaria, de corrupción y clientelismo.
También comenzó a caer el modelo económico prevaleciente. El bipartidismo acudió a la dependencia extrema y al aumento astronómico de deuda. La culminación del ELA consiste en estancamiento económico, quiebra gubernamental, descomposición social, emigración masiva.
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Finalizada la Guerra Fría, en 1989, los vientos y las corrientes empezaron a cambiar. Nos dirigen a la Tierra Prometida.
Entre 1989-91 el Congreso comenzó a reevaluar las relaciones entre Estados Unidos y Puerto Rico. Quedaron evidenciadas las dificultades que enfrentan la estadidad y el ELA mientras diversos comités congresionales concluyeron que la independencia es una alternativa viable.
En Vieques nuestro pueblo le causó una crisis política a Estados Unidos que forzó la retirada de la Marina de Vieques y Roosevelt Roads. La razón principal para mantenernos como colonia se iba disipando.
El presidente Clinton convocó a los presidentes de los partidos puertorriqueños. Allí propuse la creación de un Comité que, en sus informes del 2005, 2007 y 2011, confirmó que el ELA es un territorio, una colonia. Posteriormente la Corte Suprema (Sánchez Valle hasta Vaello Madero) y el Congreso (Ley Promesa) lo certificaron. El autor intelectual se convirtió en testigo del pueblo. En la ONU, las resoluciones de respaldo a la libre
determinación e independencia se aprueban por consenso. Y nuestro pueblo, en el 2012, repudió la colonia. EL ELA está desahuciado. “Res ipsa loquitur” (la cosa habla por sí misma).
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Ahora que el momento histórico es el oportuno, ¿qué debemos hacer?
Primero lo primero. Estados Unidos no va a enfrentar su obligación descolonizadora hasta que no se les cree una crisis política.
El liderato PPD y PNP ha demostrado ser incapaz de crearla. Uno es inmovilista. El otro utiliza la estadidad como subterfugio para obtener el poder y no hacer nada efectivo, limitándose a lo proforma e inconsecuente. No se atreven desafiar a sus ídolos. “Lengua sin manos, cómo osas hablar”.
En 2020, nuestro pueblo ya comenzó a repudiar ese bipartidismo. Ninguno de los partidos dominantes obtuvo ni una tercera parte del voto; los demás lograron juntos más votos que el PNP o el PPD.
Juan Dalmau, con la consigna Patria Nueva, multiplicó los votos hasta el 14%; en zonas metropolitanas hasta 20%, entre la juventud más del 25%.
Queda abierta la posibilidad de acción concertada con otras organizaciones y sectores cuyo objetivo sea acabar con el bipartidismo y que estén comprometidos con la descolonización.
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Hay que trazarse como objetivo alcanzar el poder político para establecer una administración honrada y justa y con la firme e inalterable voluntad para encaminar un verdadero proceso de descolonización y provocar que Estados Unidos reconozca su obligación descolonizadora.
Nuestros adversarios no son los votantes populares y penepés sino los líderes de esos partidos y los inversionistas que los financian, el gobierno permanente de la corrupción. Hay que impulsar un mecanismo que permita a los que todavía no son independentistas pero respaldan la descolonización, apoyar a un gobernador de intachable historial independentista para confrontar a los Estados Unidos con su obligación.
Ese procedimiento, llámese asamblea de estatus o bajo cualquier nombre, estaría compuesta por delegados elegidos en representación de las diversas opciones de estatus no territoriales y no coloniales: los que promueven una asociación soberana, los estadistas y los independentistas. Esa asamblea no decidirá el estatus. Pero negociará con el Congreso las condiciones y los procesos de transición de las diversas alternativas. Será el pueblo el
que entonces decida entre alternativas reales, no imaginarias.
En ese momento de suprema definición, los independentistas aspiramos a convencer a los que todavía no lo son. Los que promueven otras alternativas tendrán igual derecho a promoverlas. Respecto a la estadidad, aspiro a que muchos estadistas comprendan que es un espejismo. Para Estados Unidos es contraria a su naturaleza de nación unitaria no multinacional, como también a sus intereses presupuestarios. “Ningún jíbaro se echa un guabá al
pecho”; ningún “hillbilly” tampoco. Para Puerto Rico dependencia y estancamiento permanentes y como lo adelantó, además de don Pedro, el senador Moynihan, “a fin de cuentas… ¿Quieren los puertorriqueños convertirse en americanos? Porque eso es lo que implica ineludiblemente la estadidad. Eso es lo que trae la estadidad. ¿O quieren preservar una identidad separada?”. La contestación es sencilla.
Los independentistas, constantes, perseverantes hemos sido sembradores de esperanza. Hoy las corrientes y los vientos nos favorecen. Se avizora en el horizonte el puerto de la libertad.