Como cada cual juzga por su condición, vociferan que la prueba de que las cosas no se pueden hacer bien es que ellos, en setenta años de poder, no lo han sabido hacer bien, dice María de Lourdes Santiago. (Archivo)
Ya se ha visto el ánimo inquisidor, calificando de “demoníaca” la posibilidad de acciones concertadas entre partidos de oposición, y otras expresiones menos folclóricas, pero igualmente alarmadas ante la probabilidad de que llegue el fin del bipartidismo cuyos principales legados son la quiebra y la agonía de la institucionalidad pública. Su
promesa, nos dicen, es que ahora sí, tras análisis y estudios, están a punto de dar con la fórmula de gobernar de forma limpia y eficiente. Solo necesitan, suplican, otra oportunidad, un cuatrienio más, un vigésimo turno al bate, porque desde mitad del siglo pasado hasta ahora, nos explican, no han tenido tiempo de ser tan buenos como quisieran.
Sucede, por echar mano de otro dicho, que no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo, y que por razones complejas que vienen fraguándose hace rato, el momento de romper con lo podrido y obsoleto ha llegado. Por mucho tiempo, desde la oposición hemos señalado puntualmente el camino a seguir en los temas más diversos: el llamado a
reformular la cultura de incentivos contributivos; la transición a energías renovables con una AEE despolitizada como protagonista; la adopción de un proyecto educativo puertorriqueño que prescinda del absurdo antipedagógico de la estandarización; la protección de costas y terrenos agrícolas, imprescindibles para nuestra viabilidad económica; la reconstrucción del sistema de salud pública, de tal manera que se proteja a la gente y no a las aseguradoras.
Ninguna de esas propuestas requiere poderes sobrehumanos. Ninguna está fuera de nuestras posibilidades materiales. Pero sí hace falta ingenio, conocimiento, voluntad y honestidad, elementos que abundan en el país, en diversos espacios de trabajo y de lucha. De donde han estado ausentes, de donde han sido expulsados (nada más
ver el desmantelamiento de la UPR, de la Junta de Planificación, del Departamento de Recursos Naturales) es de la gestión de gobierno que hasta hoy, hasta la quiebra, hasta la vergüenza de tantos arrestos por corrupción, ha estado en manos del PPD y el PNP. Y como cada cual juzga por su condición, vociferan que la prueba de que las cosas no se pueden hacer bien es que ellos, en setenta años de poder, no lo han sabido hacer bien.
Usen el nombre que quieran para lo que vendrá. El país está listo y el fin es uno: llevar la esperanza al poder.
https://www.elnuevodia.com/opinion/punto-de-vista/ppd-y-pnp-70-anos-de-quiebra-y-corrupcion
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